lunedì 13 ottobre 2008

Canto Séptimo

Fui el primero en llegar. Y a gran diferencia del segundo. El anfitrión Forlati deshizo su siesta, teleguió a este inútil al volante y salió a los pies de su casa para asegurarme que sí, que ya había llegado. Con su habitual cortesía me enseñó sus muy queridos dominios. No pudo disimular su orgullo ante el más inmaterial de todos: las prodigiosas vistas hasta el mar.

Era tan pronto sobre la hora convenida que nos bajamos al pueblo. Primera ronda: viejas y nuevas confesiones, cafés, copas, Nitrato de Chile, proyectos de futuro, modos variados de sobrevivir al presente. Y vuelta para arriba. Al poco Diafebus repitió el ritual de la guía a través de teléfono. Para la próxima en Chiva, habremos de estudiar lo de habilitar walkie-talkies, por lo de la crisis. Y llegó botella de mistela en mano (sin destapar, no se crean ustedes). Y más mesa, frutos secos, cerveza, y el sol que iba cayendo sobre la atalaya forlatesca de una espléndida tarde de verano. Libros, cosas, gentes, el leer y el follar, algún comentario unánimemente reaccionario sobre cierta juventud bacalaera y ciertos hábitos (pero tenemos razón, ¿no creen?)

Joder, són les nou, ¿i estos quan venen? No pasa nada. Forlati nos convoca a los dos cretinos a las tareas preparatorias del fuego. Pies, manos, algún corte, y los haces de leña se acumulan frente al altar panteísta y caníbal. Las birras se apoyan en cualquier lado y la noche cae. Llegan el resto de oficiantes: Vicè, Nota y JR. Este último y el cronista se conocen allí. Hasta entonces sólo se habían leído. ¿Com estàs? Tant de gust. Un gran tipo.

El fuego que fue salvaje ya son brasas y a su alrededor el palique arrecia: Los Soprano, libros, Los Soprano, movidas laborales, Los Soprano, cóm està de bona eixa tia, Los Soprano. Me acordé de Borges: "Allí estaban -sentí- las antiguas cosas elementales: los árboles, los perros, el olor de la carne que se dora, el fuego que reúne a los hombres". Faltaban los perros. Para compensarlo, hablamos (malhablamos) de algunos con corbata y chófer a cargo del presupuesto. Y juraría que alguno aulló desde lo lejos.

Ya en la mesa los cretinos y el más serio aspirante: el hijo del anfitrión. Con trece años y el mayor de los privilegios: sentarse en pleno Cónclave. No era para menos pues estaba en su casa. Quizás ahí -oh, ventajas de la escritura demorada- nació el gusanillo que se plasmaría en su entrada en la blogosfera. Otro gran tipo. Créanme los foráneos: no hay uno malo.

Devorada la carne, agotados los vinos, saciada la fartera hasta con fiambre -sí, yo fui uno de los que más tardó en dejar de tragar-, llegaron los licores. Y más inmisericorde palique: conciertos, blogs amigos, blogs detestados, parentelas ilustres ¿qui, qui era ton tío, Vicè?, fútbol, hábitos y noches salvajes de algunos futbolistas, esbozos de posibles invitados a los que asustar con nuestra masónica prosodia, vanos intentos del Capo de redacciones estatutarias, memorable recitado de Diafebus de uno de sus poemas, brindis por los y las ausentes y proyectos de traslación de Cretinas a exóticos parajes, que llegarán: no dejen de leernos.

Después abrazos y despedidas, torpes maniobras en los coches, las archisabidas equivocaciones en el recorrido y el fervor atávico de los ateos: Ai, Mare, que no em paren que perdré el carnet per sis o dotze mesos!.

2 commenti:

morena ha detto...

Ha merecido la pena, sin duda

besos

Un rincón apartado ha detto...

Excel·lent crònica d'una nit per a recordar en Ca Forlati.

Gràcies pel comentari favorable. Jo pense el mateix de tu.

Abraços!

 

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